Desde mi experiencia personal les puedo decir que la Misa Tradicional ha sido uno de los regalos espirituales más bellos que he recibido en mi vida.
Recuerdo que la primera vez que atendí Misa en Latín lo primero que dije fue: "¿Señor, por qué no conocí esto antes?." Ya han pasado casi dos años desde esa primera experiencia. Desde entonces espero cada domingo con ansias y gozo. No es que antes no sintiera ese gozo, pero de alguna manera la forma de vivir la Santa Misa me cambió drásticamente. Al inicio no sabía ni una oración en Latín, me daba pena usar el velo, tampoco entendía por qué el sacerdote "daba la espalda" al pueblo, o por qué habían tantos silencios, los cantos gregorianos, por qué todo mundo comulgaba de rodillas y en la boca, la vestimenta litúrgica, ornamentos, entre otras cosas ajenas a lo que yo conocía. También me impresionaba ver la devoción de los acólitos en el altar y también ver la gran cantidad de jóvenes y familias (padre e hijos) atendiendo la Misa en latín.
Luego, fui aprendiendo algunas de las oraciones en Latín, me maravilló conocer la profundidad de cada palabra pronunciada en esta lengua tan pura y tan antigua. Luego aprendí que el velo en las mujeres tiene un sentido profundo de la pureza, la piedad, el pudor, el recato y lo sagrado (ya que todo lo que es sagrado es delicadamente cubierto). También aprendí que el sacerdote no le "da la espalda al pueblo", sino que el pueblo junto al sacerdote le damos la mirada a Cristo. Parte de este cristocentrismo también explica el por qué de los silencios, y es que están diseñados para lograr espacios meditativos y un mayor recogimiento del alma. Además, comencé a gustar y embriagarme de gozo y paz con los cantos gregorianos acompañados solo por el órgano. Escuchar estas alabanzas tan armonizadas es como escuchar el coro de los ángeles en el Cielo. También, el hecho de comenzar a recibir a Cristo Eucaristía de rodillas y en la boca - de las manos consagradas del sacerdote solamente, me hizo valorar más el Sacramento del Altar. Incrementó mi fe, reverencia y adoración, ya que a veces (por distracción ó falta de fe) es fácil olvidar que es al mismo Jesucristo a quien recibimos en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. - Con respecto a la vestimenta y los ornamentos, sigo aprendiendo mucho, de hecho, me compré dos libritos que me han ido revelando la belleza de todo lo que encierra el rito en latín y la sagrada tradición de nuestra Santa Iglesia Católica.
Doy gracias a Dios por haberme mostrado la belleza de esta importante tradición y rezo porque todos los obispos sigan permitiendo que en las Iglesias de todo el mundo se siga alabando a Dios con esta máxima oración de adoración, reverencia, confesión, agradecimiento y súplica tan religiosa y tan sublime.
Creo firmemente que la Santa Misa en Latín es un acto de Justicia para nuestro Dios porque Él merece siempre lo mejor.
Si aún no han vivido esta experiencia religiosa, háganlo. Será un gran regalo para sus almas.
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